En estas fechas tan señaladas son muchas las personas que realizan sus grandes compras anuales, que suponen un gran desembolso para la economía familiar. Año tras año las grandes superficies y comercios nos torturan con sus anuncios navideños y descuentos agresivos desde inicios de Diciembre que si el Black Friday, Cyber Monday… convirtiéndonos en consumistas compulsivos. Nos incitan a gastar sin control en regalos y comida. Algunas de las personas lo utilizan como mecanismo de desinhibición. Las calles y tiendas en galardonadas con sus mejores regalos y felicitaciones atraen las miradas de los transeúntes. La alegría se apodera de la gente y sobre todo los niños que son los que más disfrutan con tanta luz y colorido.
Los niños llevan esperando ansiosos esta época, vienen las vacaciones navideñas y como no, la esperada llegada de Papa Noel y de los Reyes Magos con sus respectivos regalos.  Señalan en sus catálogos todos los juguetes que desearían tener.Cada año me percato a la vuelta de las vacaciones que hay más niños que tienen la necesidad de llamar la atención de los demás compañeros. Mostrando las grandes adquisiciones que han obtenido en la Navidad. Muchos de ellos muestran sus regalos orgullosos a otros para ser más guays, otros para llamar la atención de los compañeros y querer la aceptación de los demás, con la finalidad de sentirse bien consigo mismo. Unos les producen envidias a los otros y se lo comunican a sus padres: «mira que le han regalado a X y a mí no», llegando a producir conflicto y controversia.

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 Sin casi percatarnos, durante estos últimos años, se ha ido construyendo una sociedad consumista que provoca unos niños y adolescentes  materialistas en toda regla, en el que prevalece desgraciadamente el tanto tengo, tanto valgo. Los niños y adolescentes cada vez exigen más y valoran menos. La solución pasa por las familias enseñar a los hijos, nietos, sobrinos a valorar lo que reciben, ambas partes deben de ponerse de acuerdo en las compras navideñas, por el bien de los niños. No importa si la familia este desestructurada o no, en un momento tan especial para los niños hay que ponerse de acuerdo la emoción e ilusión que desprenden es mágica, el brillo en los ojos les delatan. Si se deja que el niño o niña “juegue” con las dos familias con comentarios como “mis otros abuelos me han regalado más”, puede llegar a crearse conflictos. Si se regala en demasía el niño o niña dejará de valorar las cosas, las desechará pronto. Los regalos adquieren un mayor valor si son juguetes que pueden participar con más personas o compartir la experiencia de los juegos con otros niños.
Por propia experiencia hace ya muchos años cuando era un niño de no más de 12 años aún sin ser conocedor del secreto de los Reyes Magos. Un día 5 de enero mi abuela materna que era una bellísima persona, con un gran espíritu navideño, le hacía mucha ilusión que todos los nietos fueran a abrir los regalos después de la Cabalgata. Ella siempre tuvo un detalle con todos, con su pequeña pensión se esforzaba para esa noche tener sus roscones y los regalos escondidos por la casa. Ese año recuerdo que el detalle no me hizo mucha gracia, no me acuerdo si fueron unos guantes o calcetines, que realmente necesitaba. No tuve otra ocurrencia que decir en voz alta “menuda porquería” y para más inri lo repetí. En ese mismo instante mi madre me reprendió. Si me he arrepentido de algo en esta vida es de ese momento, ya que hice daño a una persona que yo adoraba. Fue una losa que llevé durante años. Una hora antes de fallecer mi abuela cuando ella aún estaba consciente, hace relativamente poco, le pedí perdón de nuevo. Ella me dijo que hacía tiempo que me había perdonado, yo me deshice de una espina clavada.
Desde ese momento aprendí a valorar todo lo que tengo y los regalos que recibo y el mínimo detalle que tengan conmigo. Lo aprecio muchísimo.